LA NUEVA CASA
En un día de primavera, de 1970, una
pareja de recién casados, James y Hannah, un empresario y una abogada que
provenían de Nueva York, acababa de mudarse a una antigua casa en la calle Lebensohn,
en el pueblo de Stanford. Cuando entraron a la casa de sus sueños, atravesando
el hermoso jardín colmado de flores, la luz iluminaba la gran cantidad de
objetos, muebles y cuadros que los dueños anteriores habían dejado en la amplia
sala. Agotados, después de acomodar tantas cajas de cosas que habían traído y
de sacar cosas que había en la casa, decidieron ir a dormir y dejar los cuadros
donde estaban, hasta que pensaran que hacer con ellos.
Era una noche tranquila. Desde la
ventana de la habitación podía verse un cielo cubierto de estrellas. James y
Hannah dormían plácidamente. A mitad de la noche, james sintió que se le
secaban la garganta y la boca; entonces, impulsado por su intensa sed, decidió
tomar un trago de agua. Mientras bajaba por La escalera para ir a la cocina,
sintió un ruido que parecía provenir de
la ventana, pero no vio nada. De pronto, escuchó nuevamente un ruido y cuando
miró hacia afuera, un gato salía corriendo cruzando el jardín. Entonces, ya
relajado fue a la cocina, tomó un vaso con agua y se fue a su habitación para
seguir durmiendo.
A la mañana siguiente, mientras
desayunaban, James le comento a Hannah lo ocurrido y se rieron juntos. A la
noche, durante la cena, después de charlar un rato sobre el tema de los
cuadros, decidieron que se quedarían con ellos. Al fin y al cabo, sentían que
estos formaban parte de la casa. Mientras dormían, James escucho nuevamente un
ruido que lo alteró. Preocupado, la despertó a Hannah y le dijo:
-Hannah, ¡otra vez el ruido!- dijo
James.
-James, no te preocupes, en una nueva
casa a uno le parece que todos los ruidos son raros. Tranquilos, vamos a
dormir. Mañana tenemos un día duro de trabajo- dijo Hannah.
Cerca de la madrugada, el sonido de
unos pasos que parecían venir del piso de abajo, los despertó y los aterrorizó.
A pesar del temor, bajaron lentamente por las escaleras para ver qué pasaba.
Mientras lo hacían, sintieron que había allí una presencia extraña, la
presencia de algo que los observaba. En la sala no notaron nada extraño: todos
los objetos estaban en su lugar, en el mismo lugar en el que ellos lo habían
dejado después de acomodar todas las cosas de la mudanza. Siguieron caminando
por la sala y llegaron hasta la biblioteca. Hannah vio una caja tirada en el
suelo, estaba medio rota y además, estaba manchada de sangre. El temor los
paralizo y luego, cuando Hannah abrió la caja vio un gato de color negro, que estaba muerto y que con sus ojos semi abiertos y de color rojizos iluminaba el rostro de una monja diabólica que provenía
de uno de los cuadros.
De pronto, todos los objetos comenzaron a moverse por sí solos. Era como
si la casa los retuviera, pero aterrorizados. Hannah y James solo pensaron en
una cosa: escapar. Rápidamente salieron hacia la puerta y subiéndose a su auto
se alejaron de una casa que se había
convertido en su peor pesadilla para no volver jamás.
Bien, Simón. Buen trabajo.
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