Cuento fantastico

   


                                   
                                                      TIEMPO CONTADO

-Nombre del paciente: Edgar Sinón. Causa: tiro de bala a sangre fría. Estado: grave, con probabilidad de muerte de una hora-le decía la enfermera al doctor tras hacer una revisión exhaustiva del cuerpo.

    Unas luces, un testigo, adrenalina y las doce. Edgar intentaba recordar, mientras estaba viviendo una realidad muy fatal, en la que no podía saber si estaba vivo o muerto.

  Tras haberse despertado de sus sueños instantáneos, pudo sentir una abrumadora brisa que recorría toda la sala. Lo único que podía ser el aire de una puerta en constante movimiento, y así era, solo que esta vez  no podía enfocar  a una enfermera que entraba por esa puerta, sino alguien más, alguien que hasta ahora él no había visto, y esa duda lo hacía vacilar: ¿qué demonios estaba viendo? La persona se había ido.

  Ya no le llegaba la brisa, ahora sentía que se estaba ahogando, y que su cuerpo se desvanecía. Contaba los segundos para que se fuera de este mundo, veía la luz a través del túnel,  y cuando ya no tenía esperanzas, escuchó una campana. Un sonido imposible, una incoherencia que se estaba expandiendo de sonido a tiempo. El mundo empezó a cambiar. Él, a salvo en su conciencia, pensaba que estaba yendo en un limbo. Empezaba a subir, suponía que era en forma de alma, a la velocidad de la luz, todo pasaba pero nada se entendía, hasta que termino  el recorrido, hasta que llego a la luz...

-¡Miren!, ¡llego uno nuevo! ¡ El elegido! ¡ Nos dieron una oportunidad más! Con el grito, Edgar pudo salir del estado de trance en el que se encontraba. No sabía quién era, dónde estaba ni que estaba pasando, solo veía a alguien gritando a su lado muy desesperadamente.

-Hola. Ahora querrás que te diga qué está pasando y dónde estas. Te explico: Vos recordás qué pasó antes de que llegaras, ¿no? Por si no lo sabés, estás muerto, pero no del todo. Sabrás que si morís, vas al mundo de los muertos, y si no seguís vivo, ahora imagínate que estás en el medio del proceso, ni muerto ni vivo.Esto ocasiona que tengas una oportunidad de vivir, pero solo tienes una posibilidad de hacerlo. Lo que pasara será esto: ahora volverás al mundo de los vivos, al principio del día, te olvidarás de todo esto, de  esta conversación, pero tendrás una cosa a tu favor: tendrás pequeñas pistas que te dio el señor "Omega" para poder vivir, pero si fallas, volverás al mundo de los muertos. Si llegas a vivir, sabrás quién soy yo, y cual era mi plan- dijo terminando su discurso.

-¡Esperé! Pero  ¿Que pasó con mi yo verdadero?- Dijo Edgar.
-Todo esto y mucho más sabrás al terminar el día, a las doce.

En ese momento el cuerpo de  Edgar se desvaneció lentamente para que no dejará  rastro  de su existencia. 

  Siete de la mañana: la hora en la que Edgar debía levantarse, sabía que era el día de comenzar el trabajo, así que se sacó la resaca y se levantó. Cuando estaba yendo al  baño, pudo sentir algo anormal: era un cuadro que estaba en su pasillo, pero no era una imperfección o una rotura, notó que el propio óleo había sido cambiado por una escritura, en la que decía: "El tiempo no espera a nadie, de ahí su esencia...".  Edgar no encontraba una explicación lógica ¿Por qué estaba eso ahí? Intentó continuar con su vida superficial,  porque  ¿En qué le cambiaría saber?

Once de la mañana: era momento de ir al trabajo, por lo que, sin mayor dilación, arrancó la motocicleta desgastada y siguió con su vida, o al menos eso es lo que pensó Edgar, porque al subirse, notó un ambiente que no era el que él solía sentir, y no fue sino hasta que arrancó la moto, y vio en el espejo  una sombra, un espíritu en agonía,  "la noche acecha", le dijo. Y se esfumó para no dejar rastros más que en la conciencia de Edgar, que pensaba: "Debo irme de aquí".

  Prosiguió con su rutina, ir al trabajo, pero cuando él iba transitando por diferentes calles, se daba cuenta de que la mayoría de los carteles de publicidad mostraban mensajes absurdos:" encuentra tu reloj y te salvará esa vida, que tanto deseas". Cuando lo leyó, sintió un escalofrío que recorría por su cuerpo, nunca había sentido nada igual. Al llegar al trabajo, se dio cuenta de que ya no era una fábrica de zapatos sino de relojes. Estaba confundido:

-Disculpe, en este lugar tiene que haber una fábrica de zapatos, no de relojes-dijo.
-Encuentre el reloj y le salvará la vida- le respondió con una mirada vacía.
-Pero...
-Encuentre el reloj y le salvará la vida-repitió como si estuviera  hipnotizado. 


   Aterrorizado, con la sensación de no tener una sola respuesta coherente, decidió preguntarle a otro trabajador. 

-Señor, ¿en que ciudad estoy?- preguntó.
-Encuentre el reloj y le salvará la vida- respondió con la misma mirada que el otro.


Sin respuestas, Edgar decidió recorrer la ciudad, para ver si encontraba algo que le saciara esas dudas paranormales. Recorriendo las calles, sintió como si varias almas le atravesaran el cuerpo, una sensación que ya sentía desde que se había despertado en ese lugar.

Edgar fue a su departamento para descansar unos minutos y reflexionar. Mientras pensaba en su vida, cayó en un repentino sueño.

  En el sueño, pudo ver a una persona:

-La vida se trata de morir, la muerte se trata subsistir-dijo.-Adán y Eva nos demostraron la maldad del hombre, yo promuevo la enseñanza. El poder es mío, por lo que si tanto  lo quieres obtener, a la semilla de la vida debes volver. El árbol del reloj, la oportunidad, la esperanza, donde el tiempo se para, y a la vida abraza. La coherencia pierde, mientras lo inexplicable gana. Una oportunidad, ya tu la querrás, o si no, consecuencias sufrirás. Solo recuerda, a las doce, la vida concluirá...

Luego de escuchar eso, Edgar sintió una respuesta, sintió que lo que quería decir ese señor era algo.

Entendió que debía buscar un árbol con un reloj incrustado en el medio. Pero no tendría todo el tiempo, las doce de la noche sería la hora limite en la que todo acabaría.


Buscó en el lugar donde estaba el Parque central del mundo real, pero no estaba. Luego investigó en las demás plazas, pero todo los intentos fueron en vano. Perdió mucho tiempo buscando. Como si no fuera poco eran las ocho, le quedaban cuatro horas, y si no lo lograba, su próximo mundo sería el de los muertos.

Ocho y media. Edgar estaba en el departamento, desesperanzado, porque ya no sabía qué hacer.

El Reloj dio las once, quedaba una hora, ya no había esperanza, pasando por el pasillo vio algo inesperado, algo que no estaba antes en ese lugar: un cuadro de un árbol con un reloj en el centro. Esto significaba algo, él se dijo a sí mismo, de forma esperanzada:"Lo volveré a buscar sin importar qué pase". 

Eran las once y cincuenta, faltaban diez minutos, la ciudad estaba desapareciendo, dejando un vacío de color blanco. Entonces Edgar agarró su moto, se dirigió en busca de ese árbol. El manejaba mientras lo perseguía una avalancha del abismo. Llegó al mismo lugar donde había buscado la vez anterior, y era algo inexplicable, ahí estaba, era el parque. En ese momento Edgar pudo entender de que se trataba el acertijo del sueño, era tan obvio como imposible. Entró al parque, pasó por un montón  de árboles, la Nada a punto de aplastarlo, ya veía su muerte, todo alrededor iba desapareciendo rápidamente…  Llego al centro del parque, ahí estaba el árbol del tiempo.

El abismo estaba a punto de tragarlo, pero cuando iba ser destruido por la Nada, Edgar saltó y tocó el reloj que estaba en el centro del árbol. En ese momento, se puso todo negro, como un apagón, y luego apareció una luz brillante  que le habló de manera siniestra:

-Así que pudiste completar mi acertijo. Qué bien, que bien...

-¿Quien sos?

-Ya veo... Verás, yo soy un ente espaciotemporal que se encarga de vigilar
a el destino de las personas. Las que mueren siendo malas personas se van a una
sala donde tienen que esperar que alguien los rescate para que vean lo que es el
sufrimiento de la desgracia. Como vos fuiste una muy buena persona, pensé que deberías tener una segunda oportunidad de vivir,  por lo que como seguramente te dijo algún ser de mala vida, fuiste el elegido, y pasaste la prueba.

-¿Y ahora qué?- preguntó Edgar.
-Ahora volverás a vivir tu vida. Así que, adiós, camarada. Tomate esto como un hasta luego, y no un hasta nunca-terminó de decir el señor Omega.

De repente, Edgar sintió como si se chocara contra un poste, era su cuerpo, su alma había vuelto al lugar que le correspondía. Cuando abrió los ojos, estaba saliendo del hospital. No tenía ninguna explicación de cómo había aparecido ahí, pero no cabe duda de que siempre le agradecerá al señor Omega por darle una segunda oportunidad. Aunque sea en el subconsciente.

                                               

                                FIN



  





  
  


 

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